Estimados lectores,
Si bien siempre el fútbol fue el deporte que practiqué desde crío en las calles de Buenos Aires, todo el mundo sabe que los coches de carrera me engancharon para siempre desde el primer día que los vi. Así transcurrían mis días de chico de barrio al volver del cole, merienda rápida y a jugar "a la pelota" en la calle hasta que se hiciera de noche, y volver corriendo a casa sudado, con la ropa sucia y las rodillas siempre con algún que otro arañazo.
Poco a poco empecé a dedicarme cada vez con mas seriedad a dibujar los coches que tanto me gustaban, y por aquellos tiempos también con un grupo de amigos futboleros-carrerosos comenzamos a ir por nuestra cuenta a ver carreras al Autódromo de Buenos Aires.
Con 16 añitos mas o menos, éramos realmente unos inocentes críos comparados con chicos de esta edad ahora mismo, salir del barrio era todo una aventura, y los sufridos padres de dichos entusiastas no estaban muy contentos de saber que esta afición había calado hondo en los cada vez menos futboleros callejeros. El Autódromo no estaba nada cerca y debíamos coger 2 autobuses para llegar, y lo que no recuerdo bien es si en las primeras incursiones solitarias a ver coches corriendo en serio pagamos nuestras entradas. Lo que sí recuerdo es que en algún momento aquella banda de chavales decidió no pagar, y colarse en el autódromo...
La cosa no fue una decisión de gamberros, era simplemente que la famosa y establecida semanada que hoy disfrutan la mayoría de los chavales de esa edad, nosotros no la veíamos por ninguna parte, y como apenas juntábamos el dinero para pagarnos los autobuses nonos quedaba otro remedio que saltarnos este trámite del pago de las entradas.
Sin planearlo muy seriamente, pero sabiendo que las alambradas exteriores del circuito estaban estratégicamente cortadas y con enormes agujeros en todo su perímetro, la cosa consistía en llegar bien temprano y sobre todo antes que los "controladores" de los agujeros. Se daba por entonces la delirante situación que delante de los agujeros mas grandes de la alambrada se ubicaban unos señores con un talonario de entradas, que pretendían cobrar a quienes descaradamente llegaban al lugar solo con intención de colarse. La verdad, muchas entradas no se vendían por esta vía...la gente simplemente se buscaba otro agujero.
Con el tiempo fuimos transformándonos en unos expertos conocedores de todas las posibles "puertas alternativas" que tenía el autódromo, y empezamos a disfrutar gratis del espectáculo que más nos gustaba, ver carreras de coches !!!
Como estábamos en una ciudad en la que todo el mundo creía que cumplir las leyes, pagar los impuestos, y en general hacer lo que se debe era sencillamente "de boludos", nosotros no teníamos la percepción de estar haciendo nada malo, era a nuestros ojos una aventurilla que hacía palpitar mas rápido nuestros corazones cuando lográbamos saltarnos el compromiso de pagar la entrada.
Con el concepto de "pagar es de boludos..." en la cabeza fuimos perfeccionando cada vez mas nuestros métodos, aunque debo reconocer que los controladores también lo hicieron, y por eso tuvimos que sofisticar nuestros planes...
Como en esos años también eran los comienzos de cumpleaños de adolescentes, inocentes discotecas y salir con alguna chica del barrio, algunos Domingos se hacía duro levantarse temprano, ya que la noche del Sábado se había estirado hasta muy tarde, pero nada nos detenía, teníamos una cita con el Turismo Nacional, Fórmula Renault, motos, o lo que se corriera en el Autódromo.
Para nuestro asombro hubo una seria ofensiva de los controladores que iban cerrando los agujeros y llegaban al circuito más temprano, haciendo cada vez más difícil colarse, y entonces decidimos llegar aún mas temprano para salirnos con la nuestra. Este cambio hizo que fuera casi normal no dormir entre Sábado y Domingo, y solíamos reunirnos en la casa de uno de los colados, donde su amable madre se levantaba a aquellas horas y nos convidaba con té, galletas y todo tipo de manjares, que por supuesto eran devorados mientras preparábamos todo para irnos.
Todo iba bien si hacía buen tiempo, era hasta divertido irse sin dormir, pero cuando llegó el invierno...
Llegábamos al Autódromo aún de noche, con un frío terrible a esas horas, pero no se podía hacer otra cosa, sino te pillaban. Recuerdo ponerme tanta ropa encima que hasta me costaba moverme, y hasta llegué a usar unos pantys gruesos que usaba mi hermana en invierno debajo de su falda, pero yo los usaba debajo de mis tejanos, doble calcetín, chaquetas, bufandas, y lo que hiciera falta !!!
Descubrimos el mejor lugar para colarse, era cerca de la primera curva del circuito,debajo de la última tribuna de la recta principal funcionaba los días entre semana una escuela, que tenía su cuidador, y también...sus perros!!!
Como éramos unos inconscientes, nuestro truco consistía en llamar la atención de los perros por un extremo, mientras por el otro varios de nosotros corrían y trepaban la pared que llevaba a la tribuna. Para cuando los perros nos veían ya no llegaban a mordernos, aunque bien que lo intentaban.
Sí, estábamos un poco locos..
Hasta los menos ágiles de nosotros batían records de trepada de pared escapando de los enormes perros, que no tenían pinta de ser muy mansos en esos momentos.
Una vez pasado este trámite, solo teníamos que escondernos debajo de la tribuna Nº14, y esperar a que fuera llegando gente y así poder mezclarnos con el público sentados en la tribuna como si nada pasara. Creo recordar que nunca pasé tanto frío como en esas horas de espera debajo de aquella tribuna, como en todo autódromo que se digne soplaba un viento que nos hacía dudar a veces si todo eso valía la pena. Los pies congelados, las manos heladas dentro de los guantes, bailando y saltando para entrar un poco en calor. Desde luego hay cosas que se hacen solo a determinadas edades...
Una de esas noches llovía y estábamos allí congelados como siempre, cuando escuchamos unos pasos que se acercaban a nuestro escondite, cada vez mas y mas cerca, el corazón me latía como si estuviéramos robando un banco y nos fuera a pillar la policía.
Nos pusimos todos contra la pared que más nos ocultaba, contuvimos la respiración, silencio total mientras nos mirábamos unos a otros, los pasos nos decían claramente que aquella persona ya estaba allí, nos iban a pillar !!!
Vimos espantados en la semioscuridad una figura delgada y alta que se nos quedó mirando, él también se sorprendió de vernos allí, se produjo un silencio mientras nos mirábamos frente a frente, estábamos preparados para cualquier cosa.
La extraña figura vestía un pantalón rojo, guantes rojos, chaqueta roja y un pasamontañas también rojo, sólo se le veían los ojos. Se quitó el pasamontañas al vernos tan asustados y dijo : Ah, tranquilos !!! Yo también soy un colado !!!
Se presentó dándonos la mano a cada uno mientras reía y decía : Se cagaron en las patas, eh?
Nunca supe el nombre de aquel colado de nuestra misma edad que conocimos de esta manera tan extraña, pero siempre lo llamamos "El caballero rojo", en honor a un bondadoso héroe de lucha libre que veíamos en la tele años atrás. El era un auténtico Rambo del Autódromo, se venía preparado mucho mejor que nosotros, con papel de diario en sus pies y pecho, chaqueta impermeable por si llovía, termo con café caliente, comida suficiente para todo el día, cartas para jugar, revistas para leer, y hasta alicates para cortar alambradas si hacía falta, un auténtico profesional de la colada. Nos dijo que vivía cerca del circuito y se venía caminando al mismo escondite que nosotros, que coincidimos era el mejor de todo el autódromo. Nos veíamos siempre allí casi cada fin de semana, y pasó a ser un personaje imprescindible en las jornadas de coladas en las carreras, era un poco marginal, un poco mangui, pero muy divertido y nos enseño cosas que como inocentes chicos de barrio no sabíamos.
Con el Caballero Rojo compartimos momentos inolvidables de carreras espectaculares, y poco a poco fuimos conociendo a mas de un aficionado fiel que siempre venía a esa misma tribuna, y nosotros pasamos a ser unos habituales de la tribuna 14. A uno de ellos lo apodamos Villa, por su parecido con un jugador de la selección de fútbol, y siempre venía con su novia. Era forofo de Peugeot y cuando ganaba su marca se sacaba la camiseta y se ponía a los saltos como un loco, mientras su novia hacía todo lo contrario tal vez pasando mucha verguenza por el comportamiento tan futbolero y salvaje de su novio Villa.
Fue el Caballero Rojo quien nos envalentonó un día que se largó a llover para colarnos en la platea frente a boxes, y mas precisamente en el palco oficial !!!
Primero nos negamos espantados ante semejante propuesta, colarse en al palco presidencial parecía demasiado atrevido...pero como llovía mucho y no había donde resguardarse, corrimos hasta la alta reja, la saltamos y nos fuimos derechos a los cómodos asientos con respaldo y bajo techo desde donde seguimos el resto de las carreras. El toque de color lo puso el Caballero Rojo, que como buen mangui que era, puso a secar sus calcetines mojados en el respaldo del asiento de delante!!!. La gente desde los boxes seguía con interés a los intrépidos saltadores, y cuando el Caballero Rojo colgó su calcetines, hasta nos aplaudieron mientras reían...
En esos años descubrimos cómo mucha más gente también disfrutaba de las carreras tanto como nosotros, y mas de una vez algún aficionado desconocido me abrazó de feliz que estaba con el resultado de la carrera, con esa pasión se vivía el automovilismo.
Eran las épocas del Turismo Nacional, una categoría donde corrían los Peugeot 504 contra los Fiat 125 en la categoría grande, y he disfrutado viendo como esos pilotos los llevaban derrapando de las cuatro ruedas en disputadisimas carreras que se decidían sobre la mismísima línea de llegada. Carreras muy emocionantes de Formula Renault con más de 30 coches en la salida, motos, Turismo Carretera, y hasta carreras de Fiat 600 o Citroen 2CV !!!
Poco a poco nuestro fervor por colarnos fue perdiendo intensidad, y a medida que nuestra afición por las señoritas crecía de manera notable, también algunos de los pioneros de las coladas se fueron pasando al fútbol y visitaban mas el estadio de Argentinos Juniors que nuestro circuito de cabecera, y poco a poco me fui quedando solo. También habíamos empezado a trabajar, yo a los 17 años, ya teníamos nuestro dinero y por lo tanto me podía permitir comprar alucinantes revistas de coches francesas o italianas , y también evitarme el madrugón, el frío, los perros, las esperas debajo de la tribuna, y como un ser civilizado empecé a pagar mis entradas en el autódromo, ganando además varias horas de sueño los fines de semana...
Tema aparte es la F1 cuando visitaba Buenos Aires para la carrera inaugural de cada temporada, y aunque siempre planeamos cosas para colarnos, nos dimos cuenta que no había forma de hacerlo. El Autódromo, en plena época de dictadura militar estaba tomado por miles de soldados desde un mes antes del evento, y cualquiera se atrevía a nada con una oposición que con sus fusiles cruzados sobre su pecho te sacaban las ganas hasta de pensarlo...
Los GP de F1 merecen un capítulo aparte, pero hubo sólo una oportunidad donde pudimos estar cerca de los F1...Al menos de uno.
Eran los días previos al comienzo de la temporada 79, y el equipo Lotus programó unos tests en el Autódromo para probar neumáticos con su nuevo piloto, Carlos Reutemann.
Como expertos en el tema nos colamos por la parte de atrás del circuito que no estaba vigilada, y bajo un sol de justicia nos pegamos una caminada interminable hasta llagar a los boxes en la otra punta del enorme autódromo. Allí estaba todo el equipo y el impresionante Lotus 79 aún pintado de negro y dorado, pero sin las letras de John Player Special.
Los chicos de Lotus ocupaban los dos primeros boxes, justo a la entrada, y no nos dijeron nada al ver a un grupo de sudados chicos que miraban alucinados el F1, tal vez porque tuvimos el cuidado de ponernos donde no molestábamos a su trabajo y sin hacer ruido nos quedamos ahí viendo como trabajaban en el coche. Hacía un calor de morirse, sin nada para beber, aguantamos los tediosos programas de pruebas de neumáticos con largos parones en boxes,y disfrutábamos del sonido del Lotus cuando pasaba por la recta resonando en el Autódromo vacío. Hasta dolían los oídos cuando salía a pista y el Lole pisaba el acelerador justo delante nuestro rumbo a pista. Nunca habíamos estado tan cerca de un F1, aquello era mejor de lo que podíamos soñar, y yo personalmente me ocupé de observar bien cada detalle del coche, cosas que no llegaban a verse en las fotos de las revistas de la época.
Como todo lo bueno tiene un final, no podía faltar un pelotón de soldaditos viniendo desde la última curva rumbo a boxes, y nosotros como colados expertos entendimos que era momento de alejarse de allí y nos trasladamos a la otra punta, al final del pitlane, como diciendo a los soldados : Venimos en son de paz !!!.
Quedó demostrado que aquellos militares cumplían órdenes, y unas bien estúpidas puesto que se estacionaron con sus fusiles alrededor del equipo Lotus, como si hubiera justificación para ello. Los ingleses miraban y no entendían nada pero creo que lo tomaban como una medida de seguridad, a pesar que no había nadie en el autódromo. Razones de seguridad que los que no somos militares seguramente nunca entenderemos, pero ya en aquel momento con 18 años me dio un poco de vergüenza de lo que pensarían los ilustres visitantes sobre nuestro exceso de celo en esto de la seguridad.
De repente sale Reutemann de boxes para una de sus tandas con neumáticos nuevos, recorre todo el pitlane, y justo delante nuestro en el otro extremo se le cala el Lotus y Lole hace el típico gesto con el brazo de que alguien lo empuje. Sus mecánicos estaban muy lejos en la entrada del pitlane, y entonces muy decididos corrimos velozmente a empujar el hermoso Lotus.
Con el ímpetu que le pusimos al empujón, Reutemann arrancó inmediatamente y se perdió en la recta en cuestión de pocos segundos, pero lo que recuerdo es el tremendo golpe caliente que recibimos sobre nosotros en el momento en que el Cosworth volvió a la vida, para precisar a la altura de los huevos !!!. Qué calor despedía todo el aparato, pero cuando arrancó fue como un golpe que casi nos quema.
Cuando miramos para atrás en la otra punta del pitlane los mecánicos de Lotus aplaudían y chillaban, creo porque les habíamos evitado tener que correrse todos esos metros con semejante calor, y también creo que gracias a su evidente aprobación de nuestro empujón nos salvamos que los soldados nos detuvieran por terroristas o nos dispararan a la cabeza por haber tocado el Lotus !!
Gracias a este fortuito episodio ningún soldado dijo nada en el resto del día, el Lole no volvió a calar su coche, y ninguno de nosotros estaba dispuesto a lavarse las manos que habían empujado un Lotus79.
El gusto por colarse no se muere de repente, y un buen día me fui solo a ver la carrera definitiva del campeonato de Turismo Nacional, ya que mis antiguos compañeros de aventuras optaban mas por el fútbol, y pagando mi entrada como una persona responsable me dispuse a disfrutar en el Autódromo de aquella soleada mañana de Domingo. Era verano y hacía calor cuando salí de casa, pero en aquel país hasta el tiempo está loco y es imposible de predecir, y sobre el mediodía se puso el cielo amenazante y cuando faltaba la carrera mas importante que cerraba el programa, comenzó una furiosa lluvia acompañada de un viento que se lo llevaba todo. En medio de aquel desconcierto donde no había dónde cobijarse, unos intrépidos desconocidos saltaron a la pista con la clara intención de colarse en boxes que en realidad era el único lugar techado. Fue una decisión desesperada...
De mas está decir que ahí fui yo también en lo que parecía ser una buena idea, a pesar que el salto necesario fue bastante más peligroso de lo que parecía. Todo fue bien hasta que debido a la gran avalancha repentina de colados en la zona restringida, unos policías nos empezaron a echar del lugar, yo estaba empapado y aquél servidor del orden no tuvo mejor idea que mandarme a la terraza de boxes, donde no había nada que parara el furioso viento, y mucho menos algo parecido a un techo. No hubo forma de convencerle, pedirle o rogarle, en aquél país todo el mundo se escuda en que cumplen órdenes...y sin saberlo aquel policía me hizo pagar de golpe todas las coladas de mi vida, el castigo prometía ser muy duro allí arriba.
Estaba por largarse la gran carrera y la duda era quedarse a pesar de tener todo en contra, o enfilar la retirada y perderme la carrera. A pesar del frío que tenía y las perspectivas nefastas para la próxima hora debajo de la lluvia decidí quedarme allí, no me perdería esta carrera por nada del mundo.
Temblando de frío finalmente terminó el castigo bajo la lluvia y el viento, y digo castigo porque encima se proclamó campeón un piloto de Fiat, lo que para mí que era de Peugeot fue la peor tragedia posible, pegarse esa terrible mojada para además ver como gana el campeonato el piloto que mas había merecido mis insultos durante la temporada.
Esto no sería mas que una anécdota sin importancia, pero la recuerdo muy especialmente debido a que la broma me costó una semana en cama con fiebre, y lo que es peor mi madre diciéndome cada diez minutos que ya me decía ella que tanta carrera me costaría un disgusto. No sé si me jodía mas mi malestar o este machaque constante de la sabiduría materna, que a pesar de ser siempre un poco agorero, finalmente terminó teniendo razón. Por suerte mi madre novio la altura que salté aquel día bajo la lluvia, porque una vez en tierra moví mis piernas otra vez sin tener claro si me quedaba clavado allí mismo, o si finalmente mis sufridos tobillos me llevarían del otro lado de la pista.
De más está decir que todos estos percances merman considerablemente las ganas de hacer el loco, y hasta yo mismo fui poco a poco perdiendo aquel punto de fascinación total que tenían los coches y las carreras. También creció mucho mi afición por las señoritas y uno estaba bastante mas dedicado a esto que a ir al Autódromo, ley de vida todos vamos cambiando...
Con los años y debido a todo tipo de circunstancias fui perdiendo el contacto con casi todos aquellos colados adolescentes, y pasado el tiempo creo ser el único de toda aquella banda que tuvo la suerte de enfocar su trabajo hacia algo cercano a la competición. A no ser que El Caballero Rojo se hubiera transformado en piloto, cosa que dudo, pues no supimos nunca mas nada de él y quedó en nuestro recuerdo casi como una aparición divertida y desde luego muy singular.
Muchos de ellos siguen siendo buenos aficionados, mientras que yo, llevado por mi otra pasión que es pintar y gracias a que nunca dejé de hacerlo, tuve la enorme suerte de haber dado con la gente adecuada en el momento justo, y gracias a su confianza e infinita paciencia me fueron enseñando el difícil oficio de pintar, con lo que me gané la vida desde mis 18-19 años. Soy de los que agradecen a la vida las oportunidades que te da, y ésta fue la mas grande que tuve, y creo que la aproveché...
De todos esos años viendo en directo carreras he visto cosas muy curiosas y únicas, que me han servido para entender esto de los coches de carreras, entender todos sus movimientos, estudiar como brillan o reflejan sus carrocerías son cosas que sin darme cuenta entonces fui mamando desde aquellas tribunas y que hoy en día sigo utilizando en mis pinturas, fue la base de mi aprendizaje además de darme grandes momentos de diversión y emoción.
Pasaron de todo esto muchos años, varias señoritas, un matrimonio, un divorcio, y termino a partir de 1989 viviendo en Barcelona ( con un nuevo matrimonio...), lejos quedaron aquellos años de coladas y perdido el contacto con todos aquellos compañeros de aventuras carrerosas. Debido a mi ligazón con las carreras en 1998 soy invitado por el F1 Paddock Club ( PC ) a estar presente en el GP de Argentina de aquel año, exponiendo mis cuadros y pintando "in situ" durante todo ese fin de semana en el circuito. Era mi vuelta a Argentina desde 1991 y tenía ganas de volver a ver el escenario de tantas cosas divertidas.
Como ya todos saben no tengo carnet de conducir, entonces busqué la complicidad de uno de esos amigos de carreras de aquellos años y con él iba y venía del circuito cada día. El no tenía pase del PC, pero sí de tribuna y como su coche llevaba la pegatina del PC en el parabrisas, dejábamos su coche aparcado en zona privilegiada y disfrutábamos de los carriles especiales para el personal de la F1 por las autopistas y avenidas de acceso.
El Viernes de aquel fin de semana llegamos al Autódromo y el aparcamiento de la zona VIP tenía una alfombre roja para los coches que llegaban, y una vez detenidos en una especie de carpa puesta para la ocasión, nos bajamos del coche y un chico muy amable nos lo aparcaba !!! Todo un lujo...nos trataban como si fuéramos estrellas de cine !!
Ni bien detener el coche en dicha zona, dos amables chicos con guantes blancos y uniforme nos abrían las puertas y nos saludaban con un GOOD MORNING, SIR !!! Entonces uno de ellos se subía al coche y amablemente lo aparcaba en el parking del PC.
Nosotros, chicos de barrio que no están acostumbrados a este tipo de recibimientos nos reíamos sin que se notase, poniendo cara de que esto es normal para mí, pero el primer día que nos pasó esto y ya caminando juntos rumbo a la tribuna y al PC, mi amigo me pasó el brazo por el hombro y me dijo : "Si supieran éstos a quien le estaban abriendo la puerta del coche...",y nos fuimos riendo de una situación inesperada y también de las vueltas locas que tiene la vida a veces. Aquellos dos hombres ahora, que cuando jóvenes eran los peores manguis que se colaban y pasaban frío escondidos debajo de aquellas tribunas, eran ahora recibidos con honores en el mismo circuito donde años atrás los hubieran echado a patadas, por colados!!!
Quién nos lo iba a decir cuando veíamos amanecer pasando frío en el escondite de la tribuna 14, mientras escuchábamos las fabulosas historias del Caballero Rojo, que si eran mentira o no, casi no importaba. Lo importante era pasar esos ratos tan divertidos que ahora son parte de aquellas cosas que jamas se olvidan...
Un abrazo,
firmado : EL DEL PASE VIP CON ALMA DE COLADO - Juan Carlos Ferrigno (Ferrigno Art)
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